Descripción: Un molinero sale a trabajar con su hijo y su asno, siendo blanco de las críticas de los demás por no saber respetar sus propias opiniones.
Personajes: Narrador, Molinero, Niño, Burro, Mujer 1, Mujer 2, Posadero, Esposa del posadero, Monja 1, Monja 2, Monja 3
PRIMER ACTO
Narrador: Había una vez un molinero que solo tenía un hijo, un molino y a su querido burro. Un día, los dos salieron a trabajar caminando como de costumbre, al lado del animal. No imaginaban ellos lo que sucedería.
Aparecen en escena los tres personajes, más un par de mujeres que lavan ropa.
Mujer 1: ¡Vaya par de tontos! Van por ahí caminando sin aprovechar a su burro. (Risas).
Mujer 2: Si fueran lo suficientemente inteligentes, sabrían que esa bestia les puede servir de transporte. ¡Al menos para llevar al niño!
Narrador: El molinero, muy avergonzado, tomó a su hijo y lo puso sobre el lomo del burro para seguir su camino.
El molinero monta al niño encima del animal.
SEGUNDO ACTO
Narrador: Poco después, el molinero y el niño pasaron junto a una posada donde estaban el posadero y su mujer. Pronto, ellos también mencionarían algo que alteraría su viaje por completo.
Posadero: ¡Qué vergüenza! Ese pobre viejo caminando y el niño como si nada sentado en el animal.
Esposa: ¡Ya ningún joven tiene respeto hoy en día por sus mayores!
El chico se baja del burro y hace subir a su padre para continuar con el trayecto.
TERCER ACTO
Narrador: Mientras nuestros protagonistas continuaban con la caminata de siempre, se toparon en el camino con otro desconocido, que reaccionó indignado al verlos acercarse.
Caminante: ¡Hay que ver que tontos son algunos! Ese chiquillo va a pie sin pensar en montarse en el burro como su padre para que descansen los dos.
Mientras el viajante pasa de largo negando con la cabeza, padre e hijo se miran sorprendidos y entonces el niño vuelve a montar en el burro junto a él.
CUARTO ACTO
Narrador: El molinero y su hijo estaban a punto de llegar a su destino, cuando quiso la suerte que pasaran al lado de un convento, donde las monjas se encontraban rezando en el jardín. Tan grande fue su impresión al verlos acercarse, ¡qué ellas también tuvieron algo que decir al respecto!
Monja 1 (enojada): ¿Pero qué es lo que ven mis ojos? ¡Pobre animalito del señor!
Monja 2: Ese niño y ese viejo son unos aprovechados, ¿cómo le pueden obligar a soportar el peso de ambos?
Monja 3: Hay gente que no tiene compasión por los más desprotegidos.
El molinero y el chico se miran con asombro entre ellos. Luego, tras desmontar del burro hacen lo más absurdo de todo: lo toman de sus cuatro patas para llevarlo cargando por el resto del camino.
Narrador: Al final de esta historia, ninguno de nuestros protagonistas consiguió contentar al resto de la gente. Y esa amigos míos, es la lección más importante de todas. Quien se deja llevar siempre por la opinión de las demás, sin imponer sus propias decisiones, termina siendo esclavo de las apariencias y jamás consigue agradarse a sí mismo ni a los demás. Sean siempre auténticos y no tengan miedo de lo que digan los otros, por qué la impresión que más importa es la de ustedes.
FIN
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