Yagyu Tajima era un verdadero maestro en la pelea con espada. Él vivía en su residencia con un mono, al cual había adoptado como mascota. Todos los días, el animal lo veía entrenar con su sable y se acostumbró a observarlo de tal manera, que muy pronto fue capaz de tomar el arma con las manos y usarla de la misma manera en que lo hacía su amo.
Fue así como el mono también se convirtió en un experto.
Un día, Tajima recibió la visita de un guerrero errante que le pidió enfrentarse con él en un duelo de sables. Había escuchado de su fama como maestro y quería mejorar su técnica aprendiendo del mejor.
—Pelearé contigo —le dijo Tajima—, solo si primero te enfrentas con mi mono.
El muchacho miró al animal y se sintió insultado.
—¿Yo pelear con ese animal? ¿Qué clase de broma es esta? —dijo.
—Pelea con mi mono y entonces podrás pelear conmigo —insistió Tajima.
Así que el guerrero no tuvo más remedio que aceptar y el encuentro se preparó. Tomó su sable y confiado, atacó al mono, sorprendiéndose cuando este fue capaz de esquivar el golpe. Luego, el animal tomó el sable de manera ágil y le devolvió el ataque sin dudar, provocando que el joven colocara su espada frente a sí, a la defensiva.
Finalmente, el mono saltó encima del mango y en un segundo lo desarmó, dejándolo vulnerable. El guerrero estaba perplejo y muy avergonzado.
—Desde el principio supe que no serías capaz de vencer al mono —dijo Tajima tranquilamente.
Humillado, el guerrero abandonó el lugar prometiendo que obtendría la revancha.
Por varios meses no se le volvió a ver en la aldea, hasta que pasado el tiempo, volvió a presentarse ante Tajima. Se veía más fuerte e imponente de lo que él recordaba.
—He venido a reclamar una segunda oportunidad —le dijo el joven—, permíteme pelear contra tu mono y después, tú y yo nos enfrentaremos en un duelo.
Tajima se volvió hacia el animal, el cual de un momento a otro, se puso a temblar. Cuando su amo le acercó la espada, el mono la apartó violentamente, negándose a combatir.
Una sonrisa serena volvió a adornar los labios de Tajima.
—Desde el principio supe que el mono no podría vencerte —confesó— y él también.
A partir de ese momento, el guerrero entrenó todos los días con Tajima para convertirse en el mejor espadachín. Había aprendido que solo la paciencia y el esfuerzo podían convertir a los novatos en maestros. Pero sobre todo, había aprendido que jamás debía volver a menospreciar a nadie sin importar lo humilde, o tonto que aparentara ser. Pues la sabiduría, en ocasiones, podía esconderse en las cosas o en los seres más pequeños.
Moraleja: Nunca subestimes a las personas por su apariencia humilde, pues no sabes lo que son capaces de hacer en realidad. Así mismo, esfuérzate por conquistar tus metas trabajando duro y llegará el día en el que logres todo lo que te propongas.
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