Cómicas

La Suegra

Una comedia negra de Octavi Franch

«¿Te has planteado alguna vez vender a tu suegra?».

PERSONAJES

•   JUAN (60 AÑOS)

•   SRA. GERTRUDIS (90)

•   NIEVES (55)

•   COMPAÑERO (60)

•   SR. LLACH (50)

•   SECRETARIA 1 (40)

•   COMERCIAL (45)

•   SECRETARIA 2 (25)

•   CURA (70)

•   PRIMA (60)

•   MUJER (40)

•   HOMBRE (45)

•   ABUELA (80)

•   PRESENTADOR (35)

•   NARRADOR (30)

El escenario es doble: a la izquierda (tres cuartos de todo el espacio) hay un mobiliario escaso y práctico que según la escena desarrollará unas funciones u otras. A la derecha, (una cuarta parte del espacio) hay un taburete en el que se sentará NARRADOR.

Luz derecha, oscuro izquierda.

NARRADOR: Bienvenidos, señoras y señores… Esta es la historia de un pobre hombre, Juan Sistachs, de profesión currante a tres turnos en una metalurgia. Es feliz, a su manera, y su único quebradero de cabeza diario es desembarazarse de la presión psicológica de su suegra, la señora Gertrudis, una abuela centenaria que refunfuña encima de una silla de ruedas. Ah, también vive con su mujer, Nieves, la hija de la señora Gertrudis. Bueno, Nieves es… diferente. En definitiva: está falta de personalidad, de valor y de unas cuerdas bucales suficientemente gruesas para detener los ataques constantes de su madre contra su marido. La situación cada día que la vida empuja es algo más insostenible…

Oscuro derecha, luz izquierda.

Comedor fábrica:

JUAN y COMPAÑERO están desayunando un bocadillo.

COMPAÑERO: ¿Has oído lo del comité?

JUAN: No, ya sabes que no me entero nunca de esos temas…

COMPAÑERO: Pues te convendría, que son para el bien de todos…

JUAN: A mí, por lo que me queda…

COMPAÑERO: Muy bonito, hombre, muy bonito… Aquí todos luchando por los derechos de los trabajadores y tu pasando de todo…

JUAN: No, claro que no, pero a mí eso de los sindicatos me hace un poco de… respeto: me recuerda demasiado al franquismo, tú.

COMPAÑERO: ¿El franquismo? ¡Pero si tú eres de los que te escondías dentro de los contenedores de basura cuando venían los grises!

JUAN: Para una vez que me cagué vivo…

COMPAÑERO: ¿Una? Pero si se te ha quedado el hedor pegado a los huesos…

JUAN (olfateando a): Tío, que eso es cosa de mi suegra, ¡que me putea a base de bien!

COMPAÑERO: ¿Que no te lava la ropa de la fábrica?

JUAN: Peor: me la mezcla con la suya.

COMPAÑERO: Pero si dicen que las abuelas son de lo más limpias…

JUAN: Eso será la tuya, chato. Mi querida suegra creía que la lavadora era para limpiar los animales de compañía y una vez ahogó el gato.

COMPAÑERO: ¿Persa?

JUAN: Iraní.

COMPAÑERO: Huy, que mal estoy de política…

Brevísimo silencio.

JUAN: Así que no te quejes de peste, que yo la tengo que aguantar todo el día. Y el fin de semana, sesión triple.

COMPAÑERO: ¿Y no has pensado en…?

JUAN: ¿En qué?

Suena la sirena.

COMPAÑERO: En… ¡a trabajar!

JUAN: ¿Pero qué es lo que me querías decir?

COMPAÑERO: Mañana te lo cuento, vamos que no quiero perder el plus…

COMPAÑERO se va y JUAN se queda en medio del escenario. Mira al público, se huele las axilas.

JUAN (al público): Esencia de bruja, ¡que el Demonio la cruja!

Oscuro izquierda, luz derecha.

NARRADOR: Con cincuenta y un años, el director nunca le había llamado al despacho. La secretaria del señor Llach fue a buscarlo a la cadena de producción, a las sala de máquinas. Juan Sistachs era apretador de tornillos y flojeador de tuercas; ya hacía treinta y dos años que desarrollaba esa tarea…

NARRADOR tuerce la mirada hacia su derecha.

Luz izquierda, oscuro derecha.

Oficina fábrica JUAN: JUAN está esperando sentado en una silla de cortesía. Viste el típico mono azul de operario de una fábrica. Se le nota bastante nervioso y, sobre todo, desacostumbrado a este tipo de visitas.

A su lado está SECRETARIA 1, sentada ante un escritorio lo suficientemente grande y moderno. Está tecleando datos. Al cabo de unos segundos, suena su teléfono interior. SECRETARIA 1 lo coge y contesta.

SECRETARIA 1: ¿Sí, señor? Enseguida… (Cuelga. Levantándose y a JUAN): Si quiere hacer el favor de acompañarme…

JUAN se levanta y va hacia ella. Juntos se dirigen hacia la puerta de al lado.

LLACH está revolviendo papeles en su escritorio. SECRETARIA 1 llama a la puerta. Entran SECRETARIA 1 y JUAN. SECRETARIA 1 se va a continuación. JUAN se queda parado delante de LLACH. Este continúa trabajando como si nada.

Al cabo de unos segundos, LLACH levanta la cabeza.

LLACH (señalando a JUAN una de las sillas de cortesía): Buenos días, Sistachs. Siéntese, hágame el favor…

JUAN (casi susurrando): Gracias, señor…

LLACH (sonrisa ancha): Verá. He ordenado que viniera porque, como ya sabrá, los miembros del Consejo estamos por una política agresiva de renovación dentro de la plantilla. Pretendemos darle otro aire, modernizar la empresa ahora que apenas hemos cruzado la mítica frontera de dos mil veinte.

JUAN (cabizbajo): Sí, señor…

LLACH: Por lo tanto, por esta regla de tres, hemos pensado que usted podría ser uno de los beneficiados.

JUAN (ojos de pescado): ¿Cómo…?

LLACH (sonrisa de nicotina): En este caso concretamente, entregará su puesto de trabajo de forma inmediata: mañana, para ser más exactos…

Breve silencio de miradas.

Oscuro izquierdo, luz derecha.

NARRADOR: Juan lo asimila todo. Una promoción, me están ofreciendo una promoción, lo que siempre he soñado, concluía, ilusionadísimo, ante la expectativa laboral que le proponía el señor Llach, en persona. Un ascenso, encargado, responsabilidades. Tarde o temprano tenían que acordarse de su número de ficha, de su constancia, de su eficacia fuera de dudas…

NARRADOR gira la mirada hacia su derecha.

Oscuro derecha, luz izquierda.

JUAN: Gracias, señor Llach. No le defraudaré.

LLACH (sorprendido): Disculpe, ¿qué ha dicho?

JUAN (poniéndose de pie y ofreciéndole la mano): He dicho que «Gracias, señor».

LLACH (alucinado y enfadado): Te acabo de despedir. ¿Tengo que decirte las cosas dos veces, pedazo de inútil?

JUAN está a punto de romper a llorar.

Oscuro izquierda, luz derecha.

NARRADOR: Por unos segundos, Juan perdió el mundo de vista. ¿A la calle? ¿Despedido? Si tan solo tenía cincuenta y uno… Le quedan diez, para la jubilación. ¿Qué haría, ahora, en aquella nueva situación? ¿Cómo se lo explicaría, a Nieves? ¿Cómo soportaría el chaparrón de reproches de la suegra? ¿Cómo iba a encontrar un nuevo empleo si se había pasado toda la vida apretando tornillos y aflojando tuercas? ¿Cómo saldría adelante su familia si solo era un vulgar oficial de segunda?

Brevísimo silencio. NARRADOR aprovecha para beber agua.

NARRADOR: Cuando Juan llegó a casa, actuó como si nada; un monótono día de su sedentaria vida. Después de comer, la siesta. Más tarde, los toros, el paseo y la partida de petanca con el grupo. Una tarde cualquiera; como siempre. Por la noche, cenó con su esposa y la señora Gertrudis. Aprovechando el lote reglamentario de anuncios, la suegra le recriminó, entre guisante y guisante…

NARRADOR gira la mirada hacia su derecha.

Oscuro derecha, luz izquierda.

Comedor:

Están cenando sopa JUAN, la SUEGRA —sentada en una silla de ruedas— y NIEVES.

SUEGRA (acotando de reojo a JUAN): Tú escondes algo, Juanito.

JUAN: Ya le he dicho un montón de veces que haga el favor de no llamarme Juanito… Pues lo siento, no escondo nada. ¿Contenta?

SUEGRA: Te pasa algo gordo, ¿verdad, hijo?

NIEVES: Déjelo estar, madre. ¿No ve que viene cansado de trabajar?

SUEGRA: Ya te dije que no te casaras con él, que no te convenía este pichafría. Que sabe más la suegra por vieja que por…

JUAN: …¡Que por bruja!

NIEVES: Juan, por Dios…

JUAN: Estoy hasta aquí arriba de tu madre, ¡¿me oyes?! ¡Hasta aquí! ¡¡Los tengo llenos del todo!!

SUEGRA: Grita, grita… Que nos enterrarás a todos, ¡vago! Ya eres igualito que el borracho de tu padre, que en el infierno esté…

JUAN: Mire, señora Gertrudis…: le recuerdo que esta es mi casa y, que si no le gusta, ¡la puerta es muy ancha!

Acto seguido NIEVES se levanta de la mesa llorando, abre una de las puertas de al lado del comedor y se encierra.

JUAN: ¡¿Ve lo que ha conseguido?!

SUEGRA: Ha sido por tu culpa, desgraciado. Me la quieres matar, la única hija que he traído al mundo y me la quieres matar delante de las narices… Podrías hacernos un favor: vete y no vuelvas nunca, querido «hijo»…

JUAN (recogiendo la mesa): La que se irá por la ventana es usted, ¡¡como no se calle de una jodida vez!!

SUEGRA: ¡Todavía no he acabado de cenar!

JUAN: ¡Pues se fastidia! A dormir, ¡que ya es hora!

SUEGRA: ¡Asesino! ¡Me quieres matar de hambre! ¡Torturador! ¡Secuestrador! ¡¡Mal hijo!!

JUAN: Y dale… Que no soy su hijo, ¡cojones!

SUEGRA: Por suerte, Juanito; por suerte… Te aseguro que si fueses mi hijo, ¡te habría estrangulado solo salirme del higo!

JUAN: ¡¡A dormir, he dicho!!

SUEGRA (maniobrando la silla): Ya voy, hombre, ya voy… Si me lo pidieras con un poco de amabilidad…

SUEGRA se va hacia la otra puerta, la abre y cierra. JUAN, seguidamente, se va hasta la otra puerta. Roza los nudillos con una brizna de musicalidad. Ninguna respuesta. Insiste.

NIEVES (desde dentro y sollozando): ¿Qué quieres…?

JUAN: ¿Puedo entrar, nena…?

NIEVES: No…

JUAN: ¿Por qué…?

NIEVES: Tengo ganas de dormir. Ya hablaremos mañana…

JUAN: Mujer, ven a la cama, ¿quieres…?

NIEVES: No…

JUAN: ¿Ahora me castigas? Oye, que la culpa ha sido de tu madre, lo sabes perfectamente…

NIEVES: Déjala estar, ¿quieres?

JUAN: Lo siento…

Breve silencio.

NIEVES: ¿Qué te pasa, Juan?

JUAN: Nada. Mejor que te lo explique mañana…

NIEVES: Buenas noches, pues…

JUAN: Buenas noches, reina. ¿Te has tomado las pastillas?

NIEVES: Sí…

JUAN: ¿Todas?

NIEVES: Que sí…

JUAN: ¿Te tomarás un par para dormir?

NIEVES: Sí, las que haga falta… No te preocupes más, ¿quieres?

JUAN: Buenas noches, mi amor…

El JUAN está bastante preocupado y tristón.

Oscuro izquierda, luz derecha.

NARRADOR: La conversación bilateral con la puerta había terminado. Juan se iría a dormir, también. Un día bastante extraño. Primero, el despido. Y después, la megadiscusión familiar. La suegra, ¡la maldita suegra de las narices! No entendía cómo no la había empujado por el balcón, con silla de ruedas y todo. 29 años de casados y aquella vieja decrépita todavía les amargaba la vida conyugal. Y, en breve, cumpliría noventa la momia. Algún día tendría que abrir paso a los jóvenes; como había tenido que hacer él en la fábrica. (Brevísimo silencio, que NARRADOR aprovecha para beber agua). Al día siguiente, Juan se despertó, como cada día, a las cinco y cuarto. Demasiados años esclavizado a la campana del despertador. También, como de costumbre, la señora Gertrudis roncaba como una leona recién operada de vegetaciones. Iría a ver a Nieves, a ver cómo había pasado la noche, sola. La puerta estaba cerrada por dentro. Que duerma, pensó Juan. Acto seguido se afeitó, se tomó un café con leche de desayuno y salió a comprar el periódico (Alguien de primera fila le acerca uno. NARRADOR lo coge y lo hojea mientras va hablando). Fue el primer cliente del quiosco. En un banco del parque de enfrente de casa, se sentó y leyó los sucesos, la editorial, los deportes, la cartelera y las cartas del lector; incluso, se tragó el zodiaco, los números de la suerte y las necrológicas (Guarda el periódico). Seguidamente, JUAN consultó su reloj de bolsillo (NARRADOR lo imita): las nueve. Nieves ya se debía haber levantado; y la suegra también… Después de vaciar el buzón, subió los dos pisos que le separaban de su inestimable familia. Al abrir la puerta, ninguna voz no le deseó un buen día. Solo los chirridos provenientes de la silla oxidada, como ella, de la suegra impregnaban de vida el hogar…

NARRADOR tuerce la vista hacia su derecha.

Oscuro derecha, luz izquierda.

JUAN acaba de abrir la puerta. La SUEGRA está transitando; la silla chirría cada vez que avanza.

JUAN: ¿Su hija ya se ha levantado?

SUEGRA: No lo sé… Compruébalo tú mismo, no se te caerán los huevillos…

JUAN la mira con cara de asco mientras SUEGRA sale de escena. Seguidamente, JUAN llama a la puerta de la habitación donde se había recluido NIEVES.

JUAN: ¿Nieves? Nena, abre…

Silencio.

JUAN, sin esperar ni un segundo más, revienta la puerta en mil fragmentos, empleando su hombro como ariete. Se oye chirriar la silla de SUEGRA. JUAN levanta la persiana. NIEVES todavía está en la cama, vestida y con un frasco vacío de píldoras en una mano. En la mesita de noche, una botella con un dedo de Agua del Carmen. Se marca un rictus de santa en la cara.

Mientras JUAN se queda quieto como una estatua, entra SUEGRA. Se mira la escena y comienza a chillar como una loca.

Oscuro izquierda, luz derecha.

NARRADOR: La señora Gertrudis perdía la cordura por momentos. JUAN no tenía ningún derecho a reprocharle nada. De alguna manera se sentía culpable, porque Nieves estaba muy delicada y debería haber tenido mucho más cuidado. Condenada de por vida al viacrucis de píldoras, jarabes y fórmulas de hierbas milagrosas. Ten cuidado, que un día te equivocarás de pastilla y… No puedes tomar alcohol, que te lo ha dicho la naturópata… (Brevísimo silencio). La pesadilla de Juan era que su mujer muriera antes que la señora Gertrudis. Aquella arpía motorizada parecía eterna, como la mala suerte; como su trabajo en la fábrica. (Brevísimo silencio. NARRADOR aprovecha para beber agua). Así pues, Juan y la señora Gertrudis pactaron una tregua hasta después del entierro. No se dirigieron la palabra. No se consolaron. Tampoco lloraron juntos. Por cierto, fue un sepelio de lo más íntimo: ellos dos y una prima monja, que la hacían de misionera en Alepo. Juan aceptó, tras un largo tira y afloja, que la enterraran en el nicho familiar que, más tarde o más temprano, acogería a la mortaja de la suegra. A media tarde, sin embargo, llegaron a casa…

NARRADOR tuerce la mirada hacia su derecha.

Oscuro derecha, luz izquierda.

Cementerio:

Están ante el nicho del JUAN, SUEGRA, PRIMA y el féretro. El CURA espera, impaciente.

CURA: ¿Ya se han puesto de acuerdo? (Mira el reloj): Dentro de quince minutos, tengo otro entierro… Y los muertos tienen todo el tiempo del mundo, ¿saben?, pero los que pagan la función son los vivos y estos sí que no están para muchas fanfarrias…

JUAN y SUEGRA se miran con cara de odio mayúsculo. PRIMA intenta poner paz.

PRIMA: Estimados primo y tía, yo creo que…

JUAN: Tú no crees NADA, que hacía dos siglos que no nos enseñabas ni el rosario. Anda, calla, que esto es cosa de familia…

SUEGRA: Esto, calla, que aquí la que mando soy yo, y no este asesino de hijas perfectas, impolutas y santas…

JUAN: ¿Perfecta? ¡Pero si era su hija! ¿Cómo quiere que no tuviera una tara? Pobre Nieves, si al menos fuese adoptada…

SUEGRA: Sabes, pedazo de desgraciado en paro, tienes razón en una cosa: No era perfecta, porque si lo hubiera sido no se habría casado con un medio hombre como tú, con un hueso en la espalda, sin voz ni criterio, que toda la vida se ha arrastrado en una fábrica de tercera como un vulgar oficial de segunda… Qué pena, mi niña, haber muerto humilde y mal follada…

JUAN: Óigame, ¿cómo se atreve? ¿Usted qué sabe si su hija y yo no…?

SUEGRA: ¿Cuántos nietos me diste, pavo?

JUAN: Eso no tiene nada que ver, han sido problemas ajenos a nuestra intimidad…

SUEGRA: Ah, sí, ¿cómo qué, si se puede saber?

JUAN: Pues como los chirridos de su silla toda la puta noche, que así no hay quien se concentre, ¡rediós!

CURA: Yo estoy de acuerdo con el novio, si me permiten el comentario, porque cuando era soltero, seminarista y vivía medio en pecado tenía unos vecinos que se acababan de casar, pero resulta que vivían con el padre de ella, un exmilitar, uno que fue a Filipinas, imagínese usted, y resulta que el pobre llevaba una pierna y un brazo de pega, hechos con chatarra, un artefacto sin precio que el vecino de toda la vida que tenían, los padres de la chica, el ex militar y su esposa, ya murió hace años, fue por culpa de…

SUEGRA (al CURA): Y hablando de morir: Me parece que en el féretro de mi hija pueden caber dos cuerpos, un poco apretados, pero si primero se ablandan un poco los huesos…

CURA: De eso… que en paz descanse (Hace la señal de la cruz).

PRIMA: Amén. (Al CURA): Por favor, ¿para ir al Aeropuerto?

CURA: La acompaño, si me permite, hermana…

PRIMA: ¿Y eso?

CURA: He cogido un poco de… miedo: ya no tengo tan claro eso de la vida eterna…

PRIMA y CURA se van de la mano.

JUAN y SUEGRA se quedan de pie, acotando con odio. El féretro en medio.

SUEGRA: Te desafío, hijo de ramera aficionada…

JUAN: Lo acepto, hucha con callos florecidos…

Oscuro.

Comedor:

Alguien abre la cerradura. Entran JUAN y SUEGRA, de luto riguroso. SUEGRA entra de cabeza a su habitación. Llanto de fondo.

JUAN se sienta en el sofá y empieza a hojear el periódico del otro día.

Al cabo de unos segundos, sus ojos parecen que han encontrado algo espectacular. Inmediatamente, coge el teléfono y empieza a marcar un número que lee del diario.

Oscuro izquierda, luz derecha.

NARRADOR: Juan se entretuvo leyendo el periódico, como acabamos de ver. Con el revuelo del entierro, aún no lo había podido leer. Página tras página, hasta los clasificados. Era necesario que encontrara trabajo, muy pronto. Si no, cometería una locura, como su Nieves. Con el lápiz en la oreja, repasó los anuncios. Trabajaría de lo que fuese con tal de empezar de cero: una nueva vida, sin su esposa y, a poder ser, sin la suegra. De momento, no había ninguna vacante para él. No se daba por vencido, ni mucho menos(brevísimo silencio). JUAN continuó leyendo, medio maquinalmente, y sus ojos divagaron un rato en el apartado de Compraventa. ¿Por qué no, pensó? Los miró con detenimiento. Coches, equipos de música, ordenadores, bicicletas de montaña, laúdes. Todo el mundo vendía, claro. Pero la gracia estaba en comprar a buen precio y que no te dieran gato por liebre. Aburrido, cotilleó las Compras. Quizás, pensó Juan, podía desprenderse de la herencia de Nieves, cuatro trastos mal ordenados envueltos con un palmo de telarañas, y ganar el primer céntimo de euro. Porque la indemnización correspondiente a la jubilación anticipada no duraría mucho y el paro era infrahumano. Se negaba, ¡qué caray!, a sobrevivir como un indigente el resto de sus días. Y, además, tenía que contar con la señora Gertrudis. Una carga que dañaría, sin duda, su precaria economía (brevísimo silencio que aprovecha NARRADOR para beber agua). Se le cerraban los párpados a JUAN, cuando se dio cuenta del anuncio. Enmarcado en rojo, en la sección de Compras, textualmente se leía: Compro suegras. El corazón, saltimbanqui desbocado, se le precipitaba por la garganta. Había alguien que se dedicaba a comprar suegras, abuelas impertinentes, con silla de ruedas o no, abuelas a punto de momificar, hechiceras que se lavaban la cara con formol; como la señora Gertrudis, la cuñada psicópata de Ironside. Se durmió abrazado a aquella página del periódico. A media tarde, llamó al número de la reseña. Una chica, de voz agradabilísima que verbalizaba con acento indefinido, le facilitó día y hora para una entrevista. Esa misma tarde podía ir, si quería. Por supuesto que iría, se dijo, entusiasmado, Juan. No es necesario que lleve la mercancía: con una fotografía tamaño carné es más que suficiente…

NARRADOR tuerce la mirada hacia su derecha.

Derecha oscuro, luz izquierda.

Habitación NIEVES: JUAN lo está removiendo todo.

Entra SUEGRA y lo mira:

SUEGRA: Eso, roba lo poco que había ahorrado con tu sueldo de mierda… Ahora que está bien muerta, ya podrás, ya podrás así, ya…

JUAN (sin girarse): Mire que si le quito el freno de la silla…

SUEGRA (yéndose): Huy, me acabo de acordar que me esperan para hacer una partida de pádel…

JUAN sonríe y continúa removiendo en la habitación hasta que encuentra lo que busca: es una fotografía en blanco y negro, pero no podemos apreciar de quién. La guarda en el bolsillo de la camisa y sale de la habitación.

JUAN sale de casa.

SUEGRA corre a espiarle por el balcón.

SUEGRA (en voz alta): Seguro que vas a ver a una mujerzuela…

Oscuro izquierdo, luz derecha.

NARRADOR: Una vez en la calle, Juan imaginaba a su suegra en el balcón, escudriñándolo, criticándolo, odiándolo, lanzándole puyas porque estaba convencida de que se iba a ver a una mujer de mala vida… Detuvo el primer taxi en dirección a la Gran Vía(brevísimo silencio). La oficina estaba a las afueras, en un polígono de la Zona Franca. Tuvo que abonar casi quince euros, más la propina de rigor, del trayecto. No le dio importancia. Ninguna. Solo pensaba en la ganancia de la transacción comercial. Mira, pensó Juan, quizás sacaré 1.000 €…

NARRADOR tuerce la mirada hacia su derecha.

Oscuro izquierda, luz derecha.

Oficina multinacional: Encontramos a JUAN, bien vestido, y SECRETARIA 2, que parece un putón. Esta le invita a sentarse en una silla de diseño.

SECRETARIA 2 (sonrisa de ortodoncia): Enseguida le atenderán…

SECRETARIA 2 sale de escena y JUAN empieza a curiosear el lugar. Mira hacia delante, pone ojos de pez y se levanta. Ahora está en la pared contraria. Hay colgados una serie de carteles publicitarios. Los leemos con él.

VÉNDETE A LA SUEGRA. ¿NO VES QUE DECIRLO HUELGA?

DI NO A LA MADRE POLÍTICA. ¡FUERA LA NEOLÍTICA!

DE MADRE SOLO HAY UNA. NO ACEPTES IMITACIONES.

Después de leer el último rótulo, saca la fotografía de SUEGRA y sonríe.

Despacho comercial de al lado:

COMERCIAL tiene unos treinta y pocos, pero con el cabello emblanquecido. Está atendiendo a una pareja de mediana edad.

COMERCIAL (habla un acento extraño): Así que quieren deshacerse de sus respectivas suegras, ¿es así?

HOMBRE: Sí, señor…

MUJER: Eso mismo.

COMERCIAL: Bueno, con el fin de cumplimentar la ficha de compraventa necesito saber el motivo. Si son tan amables…

La MUJER mira al HOMBRE y este no sabe por dónde empezar.

HOMBRE: Bueno, la cuestión es que las dos juntas, mi madre y mi suegra, no se acaban de llevar bien.

MUJER: Eso mismo.

COMERCIAL: Qué mala suerte… Y no han probado de llevarlas a una residencia, a ver si con la compañía de otras abuelas…

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MUJER: No duraron ni una sola noche: las echaron a la calle.

COMERCIAL: ¿Qué me dice?

HOMBRE: Lo que oye: nos llamaron a las tantas, eh, cariño (la MUJER afirma con la cabeza), la policía y nos dijeron que hiciéramos el favor de ir a recogerlas a comisaría.

COMERCIAL: ¿A comisaría? Sí que la hicieron gorda…

MUJER: Se habían comido, a medias exactas, el mando a distancia del televisor.

HOMBRE: Sin beber ni gota de líquido, oiga…

COMERCIAL: ¿Y por qué se lo comieron? No lo puedo entender…

HOMBRE: Querían tener el control absoluto del zapping.

MUJER: Y como en casa ya no se ponen nunca de acuerdo…

COMERCIAL: Me lo puedo imaginar…

Brevísimo silencio.

COMERCIAL: Bueno, en este caso haré una excepción y les pagaré un importe conjunto al alza por una pareja de suegras en perfecto estado de salud, con solo una minúscula tara de carácter audiovisual.

La pareja se miran sonrientes y se cogen de las manos.

COMERCIAL (firmando el cheque): Y qué tragedia, ¿verdad?

MUJER: ¿El qué?

COMERCIAL: Mujer, lo del mando…

HOMBRE: Ah, no sufra: durante unos días escuchamos las noticias en estéreo…

MUJER: Así no había tantas peleas…

COMERCIAL: Claro…

COMERCIAL les entrega el cheque. La pareja lo coge.

COMERCIAL (levantándose y dándoles la mano, la pareja lo imita): Ha sido un auténtico placer hacer este negocio.

MUJER: El placer es nuestro, se lo podemos asegurar…

HOMBRE: ¿Así cuándo quedamos?

COMERCIAL: Ya les llamarán de nuestro servicio de recogidas. Buenas tardes.

La pareja sale del despacho.

COMERCIAL se sienta y no puede parar de reír.

Sala de espera: La pareja pasa delante de JUAN.

HOMBRE: Buenas tardes…

JUAN: Buenas tardes…

La pareja sale de escena.

Al cabo de unos segundos, vuelve SECRETARIA 2.

SECRETARIA 2 (a JUAN): ¿Quiere acompañarme, por favor?

JUAN se levanta y caminan juntos hasta la puerta de al lado. SECRETARIA 2 llama y hace entrar a JUAN. SECRETARIA 2 sale de escena.

Despacho comercial: De pie y sujetándose la corbata, COMERCIAL invita a JUAN a sentarse en uno de los sillones posvanguardistas que rodean el escritorio. Antes de sentarse le saluda, con un zarandeo efusivo, con la mano. A continuación, le ofrece un cigarrillo.

JUAN: No, gracias.

COMERCIAL: Bueno, vamos al grano, pues…

Brevísimo silencio de rigor. Todo expectación.

COMERCIAL: Verá, nos dedicamos a la compraventa de suegras, como usted ya sabe. Nos distinguimos por el precio, más que justo, que pagamos: el más alto del mercado. Que encuentra a alguien que le pague más, nosotros le subimos la oferta un diez por ciento. ¿Qué me dice?

JUAN: ¿Y qué hacen con ellas?

COMERCIAL: Las volvemos a vender, naturalmente. En eso consiste nuestro negocio: compramos barato y vendemos caro. Como cualquier otra firma comercial.

JUAN (extrañado): A ver, ¿cómo alguien podría querer la suegra de otro? No jodamos, eso es de frenopático…

COMERCIAL (paciente): No se extrañe tanto, señor Sistachs. Le puedo prometer que es lo más normal del mundo.

JUAN: ¿Quiere decir…? No puedo imaginarme a nadie que quiera a mi suegra, se lo aseguro. Y encima, pagando… No me entra en la cabezota, de verdad.

COMERCIAL: Eso es porque usted no conoce el mercado. La inflación. El PIB. La coyuntura. El Euro. Seguro que no sabe cuántos clientes tenemos…

JUAN: No sabría decírselo…

COMERCIAL: Mil.

JUAN: ¿Al año?

COMERCIAL: ¡Al día, apreciado señor Sistachs!

Brevísimo silencio.

JUAN: Pero, escúcheme, vamos a ver… ¿Quiere decir que hay tanta gente que busca a una suegra?

COMERCIAL: Claro, por supuesto… Además, también debe tener en cuenta que exportamos e importamos. No conocemos límites ni fronteras: todas las razas, todas las culturas, todas las religiones; en definitiva: suegras de todo el mapamundi.

Brevísimo silencio.

JUAN: ¿Y quién podría estar interesado en mi suegra?

COMERCIAL: ¿Cuántos años tiene la señora?

JUAN (miedoso): Ochenta y nueve…

COMERCIAL: Huy, esas van buscadísimas. Me las quitan de las manos, oiga. Sepa que hay muchas personas en el mundo, muchas más de las que se pueda llegar a imaginar, que han perdido, por desgracias de la vida, a la madre y buscan, a la desesperada, a una sustituta, a una segunda madre; una suegra, en una palabra.

JUAN: ¿Qué me dice?

COMERCIAL: A puñados. No me durará ni un día, mire lo que le digo… Por cierto, ¿nos ha traído alguna fotografía reciente?

JUAN: Sí, una. Tenga…

Se la acerca JUAN.

COMERCIAL (mirándola): Todavía está de buen ver, ¿verdad?

JUAN: Hombre, si usted lo dice…

COMERCIAL: Y, dígame, señor Sistachs…: ¿es muy gruñona?

JUAN: Un poco… A veces… se enfada… Pero nada, le pasa enseguida, ¿sabe…?

COMERCIAL: ¡Perfecto! ¡Inmejorable! ¡Estupendo! Le felicito, de verdad, señor Sistachs. Haremos un buen negocio usted y yo…

JUAN: Ah, ¿sí…?

COMERCIAL: Mire, esta misma mañana nos ha llegado, por correo electrónico, un pedido. Un iraquí, afincado en Múnich, va como loco por adquirir una suegra occidental, blanca, de entre setenta y cinco y cien años y que charle por los codos. ¿Se da cuenta? La suya es la idónea. No hablemos más… ¿Cuánto quiere?

El COMERCIAL empieza a escribir un cheque.

JUAN: Verá, es que hay otro problema…

COMERCIAL (deteniendo su firma): ¿Cuál? ¿No querrá echarse atrás ahora?

JUAN: No, no es eso, no… Es que mi suegra está… cómo decirlo… incapacitada. Depende de una silla de ruedas, ¿sabe?

COMERCIAL: Ningún problema, hombre, ¡ni uno!

JUAN: ¿Cómo dice?

COMERCIAL: Pues que el iraní este que le digo resulta que es médico. Ya me dirá usted dónde está el problema… Pero volvamos a los negocios: ¿cuánto, por favor?

JUAN: No sé qué decirle… la verdad…

COMERCIAL: Mire, le seré franco, señor Sistachs… Usted me cae bien, si me permite que se lo diga. Tenía previsto ofrecerle un precio estándar, pero en este caso haré una excepción y subiré un 25%: 15.000.

JUAN: Perdone, ¿ha dicho…?

COMERCIAL: 16.000. Ni un euro más…

Se quedan mirando. El COMERCIAL espera con la pluma a punto.

Oscuro izquierda, luz derecha.

NARRADOR: Un cálculo tras otro. JUAN iba de cabeza. Con ese dinero y lo que sacara de la venta del piso, podría irse a vivir a la montaña; o montar un negocio, un estanco, por ejemplo; o volverse a casar con una muchacha que lo mimara a todas horas. Podría hacer lo que se le antojara…

NARRADOR gira la cabeza a su derecha.

Oscuro derecha, luz izquierda.

COMERCIAL: ¿Qué? ¿Qué me dice, jefe?

JUAN: ¿Cuándo dice que se la tengo que traer?

COMERCIAL: Usted no se preocupe por eso: la iremos a buscar nosotros. No es necesario que sufra lo más mínimo. Dígame la dirección, si es tan amable…

COMERCIAL firma el cheque.

Oscuro.

SECRETARIA 2 está abriendo la puerta. Entra un transportista con una abuela encima, cogida como si fuera un paquete. SECRETARIA 2 le firma el albarán, el transportista deja la abuela en el suelo de cualquier manera y se va.

SECRETARIA 2 levanta la abuela y le sacude el polvo.

ABUELA (preocupada y perdida): ¿Dónde estoy…?

SECRETARIA 2: En su nuevo hogar, no se preocupe. Si quiere hacer el favor de acompañarme… Le tengo que hacer las pruebas.

ABUELA (más preocupada aún): ¿Pruebas? De qué, si a mi edad ya me las hacen todas en la Seguridad Social…

SECRETARIA 2: Las nuestras son… un poco diferentes. ¿Quiere hacer el favor de venir conmigo, por favor? Que no tengo ningunas ganas de sacar la pistola del cajón…

ABUELA: ¿Una pistola, dice? ¿Y para qué la quieres, niña, una pistola? ¿Tienes miedo de que te violen? Porque con la pinta que tienes de pendón, hija, no se lo cree ni mi primo de Alella, que tiene los dos ojos de cristal, ¿sabes?

SECRETARIA 2 (nerviosa): Mire, señora, o me acompaña ahora o llamo a los del almacén que suban y la bajen a su manera, ¿de acuerdo?

ABUELA: ¿Un almacén? ¿Un almacén de qué?

SECRETARIA 2: Ya veo que en su casa no le han contado la película…

ABUELA: Es que se me cayó el aparato de la sordera en el vaso de la dentadura y hacía chispas y todo.

SECRETARIA 2: Ya decía yo que tenía que haber una irregularidad u otra en usted…

ABUELA: Pero es que ahora se me mueven los dientes y cuando quiero reír, silbo. ¿Verdad que es simpático?

SECRETARIA 2: Mucho, no se lo puede llegar a imaginar, tengo el tanga completamente empapado de tanto reír, oiga. Pero vamos al grano, quiere, que si no todavía saldrá el director y la tendremos montada. ¿Vamos?

ABUELA: ¿Con una condición.?..

SECRETARIA 2 (paciente): ¿Qué…?

ABUELA: No me pienso perder El jardín de Candela por nada del mundo, ¿de acuerdo?

Oscuro.

Terraza bar:

JUAN y COMPAÑERO están tomando un vaso de vino.

COMPAÑERO: Así que te largas. No hay marcha atrás…

JUAN: No, lo he pensado muy detenidamente y es lo mejor para mí. No puedo continuar en esa casa, se me comen los recuerdos a lo vivo. Y todos son malos, pésimos.

COMPAÑERO: Ay, chico, entre la suegra y la mujer, bien arreglado que te han dejado…

JUAN: Que conste que siempre he dicho que Nieves era una santa, muy tonta y débil de cáscara, pero una bellísima persona…

COMPAÑERO: Claro, por supuesto, si yo no digo lo contrario… Pero su madre, con silla de ruedas y todo…

JUAN: La puta silla de ruedas… Oye, tú no sabrás de nadie que me la quiera comprar. Está como nueva… Tiene un par de arañazos, pero…

COMPAÑERO: ¿De qué año es? Mi primo de Sant Boi tiene un compañero de celda que las colecciona.

JUAN (sorprendido): ¿Sillas de ruedas? ¿Estás de coña?

COMPAÑERO: Chico, lo propuso a los de Planeta Agostini para que sacaran una cada quince días en los quioscos y lo denunciaron a la Interpol.

JUAN: ¿Interpol? No entiendo nada de nada…

COMPAÑERO: ¿No lo viste en las noticias? Pero si vino James Bond y todo a investigarlo…

JUAN: Sí, hombre, y Garzón disfrazado de Harry Potter, no te fastidia…

COMPAÑERO: ¿Esos dos no son los fichajes de Navidad del Espanyol?

JUAN: Por desgracia, no. Pero buena falta nos harían, te lo prometo…

Brevísimo silencio.

Beben otra vez.

COMPAÑERO (alzando el vaso y con la voz traicionera): ¡Salud, Juan, te lo mereces!

JUAN (imitándolo): Lo mismo te digo, ¡compañero!

Brindan y se quedan mirando un momento. Dejan los vasos en la mesa.

COMPAÑERO: ¿Y qué harás con tu suegra?

JUAN: Bueno, de momento me la guardarán en el Zoológico.

COMPAÑERO: ¿En el zoo? ¿A tu suegra? ¿En una jaula?

JUAN: Como se ha muerto Copito de Nieve, el pobre, pues nada, que necesitaban a un ser peludo, malhumorado y un poco destartalado de todas partes.

COMPAÑERO: Tu suegra, no falla.

Oscuro.

Comedor:

JUAN camina arriba y abajo, muy nervioso. Se detiene de golpe, piensa, y continúa caminando arriba y abajo.

Oscuro izquierda, luz derecha.

NARRADOR: Mientras caminaba arriba y abajo por el pasillo de su casa, a Juan le parecía que las paredes le escupían el estucado a cada paso. Lo pasaría bastante mal, era consciente. Se había acostumbrado a compartir las penas con aquellas dos viejas. Añoraba las disertaciones, los insultos, los portazos. Se iría al día siguiente (brevísimo silencio). Después de terminar la maleta, cuatro paños amarillentos, un traje ramplón y dos corbatas de duelo, Juan cenó una arroz hervido con dos pastillas de Avecrem, una tortilla a la francesa, de dos huevos, por si fin se lo podía permitir, y una manzana Golden picada con el rallador. A continuación se estiró en el sofá, antes de tres plazas ahora tan solo de una, y zapeó hasta que se entregó a un sueño pintado de calabaza en el que la banda sonora era su clásico ronquido de la tarde. Al cabo de una hora larga, sobresaltado, se levantó de un brinco, cayó de rodillas y escuchó, entre acojonado y purgado, el suceso de ultimísima hora que narraba el presentador del Telediario Noche…

NARRADOR gira la vista hacia su derecha.

Oscuro derecha, luz izquierda.

JUAN está sentado en el sofá, cenando y viendo la televisión. Voz de fondo floja. De repente, se le cae el plato al suelo, coge el mando y sube el volumen casi al máximo. Máxima atención.

PRESENTADOR TELEDIARIO: Buenas noches, esta tarde miembros del cuerpo especial de la policía encargada de los delitos sexuales han desactivado una red de prostitución de la tercera edad. La banda, que actuaba en diferentes ciudades del país, como Barcelona, Madrid, Sevilla y Bilbao, estaba liderada por el súbdito belga, con pasaporte montenegrino, René Scifo-Ceulemans, conocido con el apodo de Monsieur Burdel, detenido hace escasamente dos horas, en compañía de su colaboradora habitual, quien se hacía pasar por su secretaria. El cerco policial, iniciado el pasado verano, ha concluido satisfactoriamente esta noche en un polígono de la Zona Franca, donde los mafiosos del sexo habían instalado su base de operaciones. A pesar de todo…

JUAN está boquiabierto. Tiene cara de no entender nada. Toda la pantalla la ocupa una fotografía de COMERCIAL.

Oscuro izquierda, luz derecha.

NARRADOR: ¿Pero qué estaba diciendo este desgraciado de medio pelo? No, no podía ser, de ninguna manera, ¡hombre! Ahora lo entendía, era una película de terror, de esas que hacen de madrugada… Juan pulsó los botones del mando a distancia. El 3. El canal era el correcto. En la pantalla, arriba a la derecha, se apreciaba, claramente y sin duda posible, una fotografía del jefe de la banda, el tal René. Era él, el hombre de pelo canoso que le había firmado, horas antes, un talón por valor de 16.000 €. Se había confiado como un bebé del pezón de su madre. Y le había salido fatal: peor, imposible. Su Nieves no se lo perdonaría nunca, ni estando muerta (brevísimo silencio). Esa noche, sin embargo, Juan no pudo pegar ojo. Incluso, estuvo tentado de probar las pastillas de Nieves, pero desistió de primeras. Aún pensaba vivir muchos años. Disponía de todo el tiempo del mundo para recuperar las horas de sueño. Además, tal vez había hecho un favor a su suegra: al menos ahora debía disfrutar, algo más, de los placeres de la ingle…

NARRADOR gira la cabeza a su derecha.

Oscuro derecha, luz izquierda.

A oscuras, JUAN camina con pijama medio dormido con un vaso lleno de agua en una mano. A medio camino se encuentra a ESPECTRO DE NIEVES: está pálida, azulada y transparente y danza descalza, despeinada y sin maquillar.

JUAN: ¿Nieves…?

ESPECTRO DE NIEVES continúa a la suya.

JUAN: ¿Nieves…?

ESPECTRO DE NIEVES: Ya te he oído a la primera, Juanito…

JUAN: ¿Pero seguro que eres Nieves?

ESPECTRO DE NIEVES: Que sí… ¿No ves que me estaba haciendo la misteriosa, tontito mío?

Brevísimo silencio.

ESPECTRO DE NIEVES continúa bailando.

JUAN no sabe ni qué decir ni qué hacer.

JUAN (acojonado): Lo siento, vida. Perdóname, por lo que más quieras… Ya sabes que no quería ningún mal a tu madre. Te lo juro, por los hijos que nunca hemos tenido…

ESPECTRO DE NIEVES (autoritaria): ¡Calla, pedazo de asno!

JUAN: Pero, ¿por qué me insultas ahora? Si te estoy intentando explicar que…

ESPECTRO DE NIEVES (autoritaria): ¡Calla que eres más burro que hecho por encargo!

JUAN: Pero, Nieves…

ESPECTRO DE NIEVES: ¡Que calles esta boca de perdedor, titafloja embalsamada!

JUAN: ¡Hasta aquí podíamos llegar! ¡Protesto!

ESPECTRO DE NIEVES: ¿Tú protestas? Y yo qué, ¿eh? Mira que curiosear mis secretos de jovenzuela con mi madre delante… Ay, Juanito, tienes menos luces que un mosquito en huelga de hambre, hijo mío…

JUAN: Exijo que me confieses dónde has aprendido estas groserías de pescadera, Nieves…

ESPECTRO DE NIEVES: ¡Que te calles, te digo!

JUAN: Pero, mujer…

ESPECTRO DE NIEVES: ¡Ni mujer ni hostias en escabeche!

JUAN: Me vas a hacer llorar y todo…

ESPECTRO DE NIEVES: ¡Borrico, más que borrico!

JUAN: Pero, niña, qué te pasa, qué…

ESPECTRO DE NIEVES: Y decir esas mentiras a mi madre, a su edad, que seguro que se lo creyó y todo, la pobre…

JUAN: ¿Qué me criticas ahora? Es que no pesco ni una…

ESPECTRO DE NIEVES: Lo que le dijiste de la silla de ruedas, ¡anormal industrial!

JUAN (como si no supiera de qué le están hablando): ¿De la silla?

ESPECTRO DE NIEVES: Que sí, que le dijiste que tú y yo no follábamos porque mi madre no paraba de incordiar haciendo chirriar la puta silla arriba y abajo. Mira que llegas a ser mentiroso, Juanito…

JUAN: Pero, pero, pero…

ESPECTRO DE NIEVES: Niño, ¿te has rayado?

JUAN: Pero sí era lo que me decías siempre: Hoy no, Juan, que mi madre nos puede oír…

NIEVES: Porque me daba morbo, idiota, ¡morbo! ¿Sabes lo que significa esa palabra o me tengo que bajar las bragas para que lo entiendas?

JUAN: No, por Dios, que no quiero llevarme una decepción, después de tantos años…

ESPECTRO DE NIEVES: Machista de mierda… Si supieras cómo me tratan los ángeles… Ay, eso sí que es vida, quiero decir, muerte…

JUAN (hundido): Así que me pones los cuernos, ¿eh?

ESPECTRO DE NIEVES: Hombre, quiero decir Juan, este término no es muy científico que digamos. Porque, claro, se es infiel cuando una está muerta, ¿verdad? No acaba de ligar bastante bien una cosa con otra que digamos…

JUAN: No, claro, visto así…

ESPECTRO DE NIEVES: Y lo de los callos mohosos, qué feo, Juanito, qué feo…

JUAN: Pero si apestaban tanto que todos los peces de colores que tuvimos se suicidaban cuando te veían freír sardinas en Semana Santa…

ESPECTRO DE NIEVES: Ella que se pasaba, ceremoniosamente, la piedra Pómez cada 29 de febrero… De santa, tenía pies de santa…

JUAN: Sí, pero de las antiguas…

Mirada matadora de ESPECTRO DE NIEVES.

JUAN: Que sí, que me calle, ya lo sé, ya…

Brevísimo silencio.

JUAN: Y así, Nieves, si es que todavía te llaman así dondequiera que seas tan y tan feliz, ¿por qué has venido exactamente, aparte de para humillarme? Porque yo no recuerdo haber hecho nada mal, solo vender a tu madre, que tampoco es para tanto…

ESPECTRO DE NIEVES: ¿Qué has hecho preguntas, pedazo de perro artrósico?

JUAN: Sí, si puede ser…

ESPECTRO DE NIEVES: Pues para decirte que eres burro, niño, ¡pero burro de tirar! Si te hubieras hecho un poco el remolón, habrías sacado, como mínimo, 20.000, ¡¡abejorro de pesebre!!

Oscuro izquierda, luz derecha.

NARRADOR: Bueno, como acabamos de ver, las cosas en el Más Allá pueden resultar ser muy, muy diferentes a como pensamos. Ojalá todos nosotros mejoremos allá arriba o allá abajo, según donde te toque, ¿no os parece? (Brevísimo silencio). Pero seguro que todos vosotros os estaréis preguntando cómo terminó esta historia después de que el Espectro de Nieves zurrara anímicamente al pobre Juan, quien ya tenía asumido lo de abandonar aquellas cuatro paredes, rellenas de recuerdos lastimeros, de reproches de la altura de un campanario, de muestras y más muestras de odio familiar. Pues nuestro héroe, si es que lo podemos llamar así, finalmente se fue al pueblo, compró una casita en ruinas, la arregló paulatinamente y mira por dónde que conoció a una chica separada, treinta años más joven que él, y son más felices que todos nosotros juntos, os lo puedo asegurar. La chica le dice Juan Taxista, porque es inmigrante y todavía no domina el idioma, pero lo hará porque tiene cordura, es educada y sobre todo es agradecida con la tierra que la ha acogida. Y él, pobre, la llama como puede, aunque cada día le acaba cambiando el nombre: es de aquellos con tantas consonantes que no sabes si estás hablando con un ser humano o es que sufres una nueva enfermedad bucal y te han desaparecido las vocales de tu memoria lingüística. Ah, se me olvidaba: la chica es negra, mide casi un metro noventa, tiene cuatro hijos y se ha quedado embarazada de trillizos, supuestamente del bueno de Juan. Y ya tienen nombre y todo las criaturas: Nieves, Gertrudis y Juanito. Siempre soñó tener a un hijo que se llamara Juanito…

Telón.

Al cabo de unos segundos se abre el telón.

Aparece COMERCIAL, esposado, y se dirige al público, que ya enfila el pasillo hacia la salida.

COMERCIAL: Perdonen, ¿que hay alguien interesado en venderse a la suegra? No se asusten, represento a una multinacional pionera en el mundo en este tipo de transacciones y, por una comisión mínima, les puedo colocar a la madre política en la otra punta del planeta con todos los gastos pagados. Bueno, ya no les robo más tiempo que veo que tienen prisa, seguro que juega la selección catalana… Si alguien está interesado, a la salida una señorita, mi secretaria, les facilitará mi tarjeta comercial y, si lo desean, pueden contactar conmigo en la calle Entença, concretamente en la Tercera Galería, celda 69. Gracias por su atención y suerte, mucha suerte en casa de la suegra…

Telón definitivo.

La Suegra 1

Nota del autor:

Esta obra es la adaptación del cuento homónimo del mismo autor, multipremiado y multipublicado en varios idiomas. También está publicada en varias antologías de textos teatrales y adaptada a cortometraje.

Para poder representar esta obra, se tendrá que pedir permiso por escrito a su autor y se deberá abonar, como mínimo, el 10% en concepto de royalties de la recaudación de cada representación de la misma, así como de cualquier beneficio al respecto. En caso de preferir pagar al autor una cantidad fija por representación, se deberá negociar dicho importe previamente con el autor. En cualquier caso, se tendrá que firmar un contrato de cesión de derechos entre la compañía o productora correspondiente y el autor. Si se detectara la representación de dicha obra sin el consentimiento expreso de su autor, se trasladaría el asunto a un gabinete jurídico especializado en delitos culturales a nivel internacional.

Octavi Franch

Escritor y abogado cultural

La Suegra 2

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