Infantiles 5

Las zapatillas rojas (Parte II)

Personajes:

– Karen (Protagonista)
– Madre: Es la madre de Karen
– Abuelita: Es la abuelita de Karen
– Espejito: Es el espejo al que recurre siempre Karen para preguntarle cosas.
– Magda: Es la vecina y amiga de Karen.

ACTO I

Personajes: Karen, Abuelita y Magda

El Sol ya estaba saliendo de buena mañana. Karen, tal y como solía hacer de forma rutinaria, como un ritual, se sentó junto a su espejo y presumidamente le preguntaba lo bonita y preciosa que llegaba a ser.

– Karen: Espejito, ¿verdad que hoy de nuevo sigo siendo una de las niñas más bonitas del mundo?

– Espejito: Sí, claro que sí. Eres muy bonita.

La confirmación del espejito hacia lo tan bella que era Karen, hacía y lograba en ella que fuese una muchacha mucho más prepotente y presumida que el día anterior, otros días más habituales.

Ese día, Karen decidió hacer algo que fuese diferente y distinto a sus quehaceres diarios. Para motivarse iría a una tienda de zapatos.

Cuando salió de su habitación, descubrió que su Abuelita estaba conversando con la que era tanto amiga como vecina de Karen; Magda.

– Abuelita: Hace un día estupendo, ¿verdad Magda?

– Magda: Oh sí, desde luego señora… .

Cuándo la Abuelita se percató de la presencia de Karen en el salón, no pudo tratar de disimular la admiración que llegaba a sentir por ella, por su nieta. La admiraba con una gran pero a la vez, una tierna y anciana sonrisa.

Su orgullo por Karen llegaba a ser tan transcendental que, sin querer se ponía a comparar la belleza de Karen como otras cualidades, con todo el carácter y aspecto de Magda. Para la Abuelita no existían ni punto de comparación, les resultaba muy distintas entre sí.

Cuándo miraba a Magda, lo que veía era una simple joven, una niña regocijada en sí misma, muy tímida y sin personalidad. Pero después cuando dirigía su vista a su nieta lo que terminaba viendo era a una muchachita completamente distinta. La veía de una personalidad mucho más valiente, más segura y un tanto más decidida. Además, puestos a comparar parentescos, observaba que Magda no tenía muy buen gusto para vestir y de cara en realidad no le parecía fea, por así decirlo. Mientras, su nieta Karen en cambio, por lo contrario le parecía mucho más elegante en todos y cada uno de sus aspectos.

Karen se acercó hasta la Abuelita y le regaló un beso resonante en la mejilla.

– Karen: ¡Buenos días, abuela!

– Abuelita: ¡Vaya! Dichosos los ojos que te ven querida, ¿qué planes tenéis para hoy? ¿Vais a dar algún paseo juntas?

– Karen: Pues mira sí, no estaría mal abuelita.

La Abuelita, viendo los planes que parecían estar avecinándose, se levantó con mucho cuidado y dirigió sus pasos lentos pero sin pausa hacia su bolso. Lo abrió y de ahí sacó un abultadísimo monedero.

– Abuelita: Siendo así… toma cariño. Toma unas pocas monedas y cómprate lo que más te entre por el ojo.

La Abuela le entregó las monedas de plata su nieta, y Karen miraban su brillantez encantada.

– Karen: ¡Oh! ¡Muchas gracias abuela! Eso es lo que haré. Eres muy buena siempre conmigo…

Karen, se abalanzó sobre su abuela cariñosamente regalándole un gran abrazo de agradecimiento por las monedas recibidas.

– Karen: ¡Te quiero muchísimo abuela!

– Abuelita: Y yo a ti también, Karen, cielo… .

La abuela reía feliz por la reacción de su nieta Karen.

– Abuelita: Pequeña mía, tú llegas a merecerte estas monedas, ¡y mucho más! Ahora no perdáis más tiempo las dos, disfrutad del paseo sin más dilaciones por mi parte.

ACTO II

Personajes: Magda, Karen, Abuelita y Madre

Karen y Magda, ya se encontraban caminando felizmente por unas estrechas calles montadas y creadas desde la nada con simples piedras que en día, en un pasado se encontraban por el simple suelo.

– Magda: Ay de mí… . ¿Sabes Karen? A veces llego a envidiarte, la verdad.

Las dos, tanto Magda como Karen caminaban al mismo paso. Karen dejó asomar una sonrisa cómplice tras lo que había soltado Magda por su boca, le encantaba la idea de que pudiesen envidiarle y no le extrañaba en absoluto.

– Karen: Te entiendo. No tengo en absoluto ninguna queja dentro de mi vida, lo tengo absolutamente todo en mi familia. Tengo amor, su cariño y además soy muy bella.

Magda, se sintió un poco incómoda tras la confirmación tan segura y »obvia» de su compañera de paseo, su amiga Karen. Por lo que, intentó cambiar de tema tratando de desviar un poco la conversación dando de qué hablar sobre algo que le había sucedido justo en ese momento.

– Magda: ¡Vaya! Veo que caminamos a la vez Karen, que curioso… .

En el fondo lo hacía porque, Magda sabía que si no frenaba un poco la conversación que se había iniciado minutos después, todo giraría entorno a Karen y su belleza. Se pasaría hablando de sus cualidades todo el tiempo.

– Magda: ¿Sabías que han puesto un circo? Podríamos ir allí y entretenernos un rato con los animales… .

– Karen: Bueno, está bien.

Karen, indiferente encogió sus hombros y le permitió a su amiga Magda guiar un poco sus pasos. Esos pasos, las llevaron a las dos hasta lo que parecía ser una tienda de zapatos. Karen paró sus movimientos en seco y miraba la tienda curiosa a la vez que asombrada.

– Karen: ¡Vaya mira! ¡Son unos zapatos muy bonitos!

– Magda: ¿Qué zapatos? ¿Los que tienen un lazo? ¿Esos negros?

– Karen: ¡No boba! No me refiero a esos sino a los zapatos rojos… . ¡Esos que están más a la derecha y arriba! ¿Los ves?

– Magda: ¿Esos? Pues a decir verdad a mí no me terminan de gustar mucho… .

– Karen: ¡Tú qué sabrás! No se te dan bien estas cosas, no tienen gusto. Mañana vendré sin duda a buscarlos para probármelos.

– Magda: ¿Te los comprará tu madre?

– Karen: ¡Sin duda! Y si ella decide no hacerlo, mi abuela sí que me los comprará.

Después de haber visto los zapatos, Karen y Magda se fueron. A Karen se le quitó las ganas de pasear, o más bien se le olvidó rápido tras ver los zapatos rojos. Tenía muchas ganas de contarle a su mamá y a su abuela los zapatos rojos que había visto. Magda aún seguía con ella, sin entender ese cambio repentino del paseo.

– Magda: Pero… Karen, ¿no nos íbamos hacia el circo para ver a los animales?

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– Karen: Pues… es que ya no quiero ir. Si quieres, ve tú.

Karen, ni siquiera pausó su paso de camino a casa. Magda trataba de seguirla de todos modos y a pesar de ese cambio tan repentino.

– Magda: ¡Un momento Karen! No corras tanto, voy contigo.

Las dos aún juntas, en cuánto llegaron a la casa de Karen comprobaron que la Madre de Karen no estaba en casa. Había tenido que ir de compras antes y por eso se encontraba ausente. Eso sí, pero la Abuelita en cambio sí que se encontraba todavía en el salón, disfrutando de una taza de té mientras se dejaba acariciar por los rayos de son que atravesaban la ventana. En cuanto Karen vio a su Abuelita, se acercó a ella entusiasmada por los zapatos rojos.

– Karen: ¡Abuelita, abuela! Tienes que ayudarme.

– Abuelita: ¿Qué ocurre cariño?

La Abuelita se preocupó un poco por la excitación que mostró su nieta nada más entrar al salón, parecía algo grave.

– Karen: ¡Me tienes que ayudar a convencer a mamá!

– Abuelita: ¿A convencerla de qué?

– Karen: ¡Ayudarme a convencerla para que compre unos zapatos! ¡Yo quiero esos zapatos por favor! Los que tengo…

Karen señaló los zapatos que llevaba puestos con una mueca de asco.

– Karen: Esto zapatos ya están pasados de moda, son muy viejos… .

– Abuelita: Pero niña, ¿qué es lo que quieres? ¿Qué zapatos son esos? ¿Por qué dices que tus zapatos están pasados de moda?

La Abuelita se sentía un poco confundida por la reacción obsesiva hacia lo material de su nieta. Apenas estaba consiguiendo comprender una sola palabra de las que llegaba a emitir con tanta rapidez.

– Karen: ¡Por favor abuela! ¿Qué es lo que no entiendes? Son los zapatos rojos que he visto, ¡son preciosos, tienes que verlos tú también! ¡Me encantan! Son adorables, todo el mundo querría unos zapatos tan bellos, abuela, ¡me tienes que ayudar a convencer a mamá! ¡Debes convencerla!

La Abuelita, cada vez se sentía más abrumada por la reacción de su nieta.

– Abuelita: Pero, mi niña… . Hija mía, nunca en toda mi vida he visto a una sola persona que llegase a reaccionar de dicha forma por unos simples zapatos, ¿pero qué clase de barbaridad es esta?

Mientras la Abuelita no cabía en su propio asombro, la madre de Karen también entró en el salón. Justo en esos momentos parecía haber terminado con sus compras. Karen no perdió ni un sólo minuto en acercarse hasta a ella hecha un manojo de nervios.

– Karen: ¡Mamá, mamá! Tú sí tienes que entenderlo. He visto unos zapatos muy bellos, la abuela te lo explicará si es preciso. Le tienes que decir que me los tiene que comprar.

– Madre: ¡Pero bueno Karen! ¿Qué ocurrencia es esa? ¿Qué estás diciendo? Haz el favor de hablar algo más claro y un poco más despacio.

Karen se acercó a su abuela más calmada y cariñosa. Comenzó a acariciar sus hombros con suavidad y mimosidad.

– Karen: Abuelita, por favor explícaselo tú, venga… .

La Abuelita soltó un profundo suspiro. Creía estar entiendiéndolo todo por fin.

– Abuelita: Veamos querida, al parecer lo que quiere decir Karen es que quiere unos zapatos que son rojos, que los ha visto y le han gustado mucho. Como los que tiene ya están muy viejos y pasados de moda… pues quizá deberíamos ver qué zapatos son esos…

– Madre: ¿Cómo es eso de que sus zapatos están viejos? ¡Tan sólo hace una semana que tiene esos zapatos!

– Abuelita: Sí, lo sé querida, pero al parecer nos los vendieron ya pasados de moda… .

La Abuelita intentaba acceder al capricho de su nieta, el de convencer a la Madre como fuese para que pudiese lograr que le comprasen esos zapatos rojos que tanto le gustan.

– Madre: ¡Pasados de moda dice! ¡Pero qué insensatez es esa por Dios! En mi vida he escuchado un argumento tan absurdo.

Madre estaba enfadándose por tanta tontería. Ella no sabía por qué su hija decía que sus zapatos estaban pasados de moda, para ella desde luego que no lo estaban y encima que la Abuelita apoyase algo así… le parecía el colmo.

Madre: ¡No! No conseguiréis convencerme con argumentos que no tienen ningún sentido. No importa cuánta energía desgastéis en el intento, ¡no conseguiréis convencerme!

La Abuelita, comenzó a poner gestos de tristeza en su rostro tras ver que Karen estaba triste también por la reacción que tuvo su madre. Una reacción que, después de todo era absolutamente coherente debido a todo lo que se decía sobre los zapatos que madre hace una semana le compró. El poco valor y el menosprecio que se les estaba dando no le hacía ninguna gracia.

Pero junto que el tiempo que iba pasando, la Abuelita con distintos argumentos comenzó a convencer a la Madre para que ésta accediese a darle de capricho a Karen, su nieta, esos zapatos que tanto deseaba.

ACTO III

Personajes: Karen, Abuelita y Madre

Al día siguiente, Karen, Abuelita y Madre, fueron hasta la tienda donde Karen visualizó esos zapatos rojos que le habían gustado tanto.

– Madre: ¿Qué zapatos son los que tanto te gustan?

– Karen: ¡Esos de ahí mamá!

En cuánto su madre y su abuela los vieron, no querían acceder a comprárselos.

– Abuelita: Karen, cariño… esos zapatos no me gustan para ti.

– Karen: ¡Pero yo los quiero!

– Madre: No Karen, esos zapatos no son adecuados para una niña, son para alguien más mayor.

– Abuelita: Bueno… probemos a ver cómo le están. Quizá puestos no resulten ser tan llamativos.

Todas, tanto la Abuelita, como Madre y Karen, entraron en la tienda para probarse los zapatos. Tanto la madre como la abuela no hacían más que pedir otros modelos, pero Karen se ponía insoportable. No quería ningunos otros, sólo quería los zapatos rojos.

– Karen: ¡Yo quiero los zapatos rojos!

Las zapatillas rojas (Parte II) 1

 

Se puso tan caprichosa y tan intolerante, que Madre y la Abuelita decidieron irse a casa por esa razón. Tenía que pensar en su comportamiento.

 

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Boss

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