ARGUMENTO
Un ladrón entra a la casa de un monje Zen para robar sus posesiones. Pero su arriesgada aventura lo llevará a aprender una inesperada lección.
PERSONAJES
Ladrón
Monje zen
ACTO ÚNICO
Se abre el telón, mostrando el interior de una habitación humilde. No hay nada allí, salvo una ventana a través de la cual se puede contemplar un hermoso jardín japonés, bajo un cielo estrellado con una luna redonda y blanca.
Entra en escena el primer personaje. Se trata de un ladrón, que camina sigiloso, mirando hacia todas partes.
Ladrón: ¡No puede ser! En el pueblo dijeron que el maestro que vivía aquí debía tener una gran fortuna… sin embargo, no veo nada que sea de valor.
El ladrón se mueve por el escenario, buscando en vano.
Ladrón: Nada… ¿habrán dicho mentiras en el pueblo?
Entra en escena, del lado contrario, un anciano vestido con una túnica para dormir, sobresaltando al ladrón.
Monje: Buenas noches, hermano.
Ladrón: ¡No se mueva! (Saca una espada samurai). ¡Quédese en donde está o le rebano el cuello!
Monje: Tranquilo, no voy a hacerte daño. Has venido desde tan lejos tan solo para hacerme una visita y parece que te vas a tener que marchar con las manos vacías. Lo lamento mucho.
Ladrón (confundido): ¿Qué? Yo… ¿cómo…?
El anciano se quita su túnica con tranquilidad, camina hacia él y se la entrega.
Monje: Aquí tienes, toma mis ropas como regalo. Es lo único que puedo darte puesto que no tengo posesiones.
Ladrón: No entiendo…
Monje: Ya lo harás. Algún día aprenderás que las cosas materiales no son lo más importante. Ahora márchate, ve con bien.
El ladrón se marcha, domado y confundido. Sonriendo, el viejo monje toma asiento en el piso y se pone a mirar por la ventana.
Monje: Pobre hombre, me hubiera gustado regalarle también esta luna tan hermosa.
FIN
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